En esto de las carreras populares puedes
controlar los entrenamientos, tu alimentación, el recorrido de la carrera, los
avituallamientos… puedes tenerlo “todo” bajo control e ir muy preparado… y que
todo vaya según lo previsto. O no. Porque hay cosas que no puedes controlar, por mucho que quieras.
Una de ellas es el tiempo. Puede llover,
hacer calor, frío, viento… O puede salir un día como el del sábado pasado:
Calor y viento. O sea, “ponentà”, que se dice por aquí.
También se dice que hay que descansar bien la
noche anterior. Pero si tu hija decide a las 5 de la mañana que ya ha dormido
suficiente…
Los días previos estaba muy nerviosa. Hasta
el jueves no sabía con quién iba a correr. Al final se apuntó Rober, mi
compañero de fatigas y carreras, y Sonia, una buena amiga y compañera del club
de atletismo que corre al mismo ritmo que yo. El saber que iría con ellos me
tranquilizó. Aun así, me sentía con una gran responsabilidad, no sé por qué,
quizá porque aleatoriamente me había tocado el dorsal número 1. O porque el
objetivo era muy ambicioso.
Llegaron las 19 horas. Seguía haciendo mucho
calor. Y las rachas de viento cada vez eran más intensas. Ya en el primer
kilómetro me di cuenta de que íbamos a sufrir más de lo normal. En el segundo
ya vi que el sub1h45’ iba a ser prácticamente imposible. Garganta seca, piernas
cargadas y unos prácticos de 1h45’ que iban a un ritmo más alto del que tocaba.
Pasó por mi mente, incluso, retirarme. Pero en cuanto salí de la población me
vine arriba. No iba a hacer Mejor Marca Personal, pero iba a intentar disfrutar
de la carrera. La alegría me duró 3 kilómetros. Lo que tardó en hacer acto de
presencia el viento fuerte. Bajamos el ritmo sin querer, pero aguantamos.
Nos echábamos agua y bebíamos en cada
avituallamiento, pero el calor era sofocante. Cada vez costaba más. Así que,
sin hablarlo, volvimos a bajar el ritmo hacia el kilómetro en el kilómetro 16.
Y eso que habíamos hablado que a partir del 13 quien quisiera tirar, lo
hiciera. Pero no, seguimos juntos. Hasta el final. Entramos al pueblo exultantes.
No conseguíamos el objetivo, pero sí superar un medio maratón muy duro.
A 80 metros de la meta yo ya tenía mi primer
premio. Rafa me esperaba con Lucia en el carro para, como el año pasado, entrar
con ella en meta. Lo hizo emocionada. Tanto como su madre. Sonia y Rober, uno a
cada lado, cruzaban conmigo la línea de meta.
1:46:20. Tercera y cuarta de nuestra
categoría, Sénior Femenina, segunda y tercera local. El sistema informático
quiso que Sonia “entrara” por delante de mí. Pero eso es lo de menos. Iba a
subir al pódium igual. Esta vez sí, Lorena, pensé. Esta vez... sí.
Lo celebré con Lorena, que esta vez decidió
ir “de paseo por Alcàsser, para ver el terme y tal”; con mis amigos y cheerleaders
incondicionales; con mi madre y mi tía; con Rafa, que esta vez sí estuvo allí
para verlo y disfrutarlo junto a mí; y con Lucia. Subí con ella a recoger mi trofeo. No sé quién de las
dos era más feliz.
Allí arriba Sonia y yo coincidimos: aquí falta
Rober. Porque lo conseguimos junto/gracias a él.
Para mí faltaba mucha gente más, que me ha ayudado de una forma u otra a llegar hasta ahí. Pero todos sabéis quienes son,
quienes sois.