viernes, 4 de agosto de 2017

El Poblet

Como cada 3 de agosto, hay que hacer una visita a las estrellas. Ya nos quedan pocas por visitar en Valencia, aun así, todavía quedan restaurantes pendientes. Entre ellos, El Poblet, de Quique Dacosta. El pasado año, Ricard Camarena puso el listón muy alto. Pero mis expectativas es que éste iba a superar o al menos igualarlo.


Reservé hace un par de meses a través de El Tenedor. Sabía que muchas mesas no tiene el restaurante y quería asegurarme de que dispusieran de una para ese día. Por suerte, no tuve ningún problema. Llegamos y, como es habitual en este tipo de restaurantes, la amabilidad fue máxima. Mientras nos decidíamos por el menú, nos sirvieron unas cervezas artesanales del propio Quique Dacosta (primera sorpresa). Teníamos que probarlas... La Fallera para mí y La Beata para Rafa. Buenísimas ambas. 


Después empezó el espectáculo. Al final escogimos el menú corto, "El Poblet". Aun así, estaba formado por unos entrantes y seis platos principales, más un postre.

Como aperitivo, nos sirvieron chips que simulaban algas y que podíamos mojar en una salsa japonesa. Muy original la presentación. También tuvimos pan de masa madre con aceite valenciano.



Seguidamente, comenzamos con la secuencia de bocados singulares. ¡Y tan singulares! No recuerdo el nombre exacto de cada uno de los entrantes. Intentaré ser, sin embargo, lo más explícita posible. 

El primer de ellos era la representación de la "vida" de la almendra, desde que está en el árbol hasta que se procesa y se convierte en helado, por ejemplo. El "fruto" era como un bombón relleno de leche de almendra. Seguía una almendra cruda y, después, una frita con praliné de almendra. En un plato aparte nos servía un "helado" de almendra, que se asemejaba más a una ensalada. A mí me encantó el sabor fresco de este último.



Seguimos con una caballa súper sabrosa; un tomate con sabor a encurtidos, que no me gustó demasiado; jurel en la vaina del guisante, con una mezcla de sabores espectacular, y un sorbete muy fresco y algo picante, que te preparaba el paladar para los siguientes platos.





La cucharita de mozzarella no me dijo nada. Sí lo hizo lo que parecía un carpaccio de atún y que resultó ser de sandía, aunque con la salsa y las semillas con las que se condimenta el atún. ¡Original!



Las croquetas de erizo de mar sabían a mar, valga la redundancia. Estaban cubiertas de una fina capa crujiente. Realmente deliciosas.


Con este plato, dimos por finalizados los entrantes y pasamos a los platos principales. El primero, sopa de tomates verdes emulsionados con hierbas frescas y gambas "pato". Me recordó a uno de los platos de Ricard Camarena, que también venía con granizado, que se deshacía en la boca. Muy bueno.


Segunda (tras la sandía) sorpresa de la noche. Cubalibre de Foie con escarcha de limón y rúcula. Mira que yo no soy de foie, pues estaba... impresionante. Y más si lo acompañabas con un pequeño bollo brioche.


Este plato nos lo presentó el propio jefe de cocina, Luís Valls, quien se tuvo que disculpar minutos más tarde porque había habido un problema en el siguiente de los platos. Para amenizar la espera, nos ofreció probar la Ostra valenciana. No había probado nunca la ostra, pero no me lo pensé. Y no me arrepiento de la decisión: mar y frescura al cien por cien.


Después ya vino la esperada Gamba Roja de Dénia, acompañada por un té bleda. Sinceramente, esperábamos algo más de la gamba, aunque estaba buenísima. El té, algo picante, me supo a mejillones, os lo juro.



El All i Pebre de lenguado fue de los platos que más me gustó. De hecho, salivaba solo con pensar el arroz tan bueno que saldría usando el suquet del all i pebre.


Pero también había arroz. Arroz variedad Sénia entre cenizas. Con pato y pichón. ¡Camarero, yo quiero la paella entera! En serio, me enamoró. Dulce, meloso... muy similar a los arroces japoneses. 


Acabamos con las mollejas de oveja Guirra caramelizada con trufa de verano y cebollas asadas, acompañadas por una leche de chufa y trufa. Muy bueno, aunque el arroz, mejor. La "horchata" me supo más a trufa que a chufa.



La higuera era el postre. Llevaba higos, crema de queso, helado de casís... El helado estaba muy bueno. El resto, no soy yo de higos ni de quesos...


Me encantó la presentación del café. Y también la de los petit fours. Entre los que destacaré las gominolas de frutos rojos y el bombón de oro (barquillo y chocolate).




En definitiva, salimos hartos de comida y muy satisfechos. La comida fue de 10 y el servicio, también. Una estrella bien merecida.