viernes, 31 de agosto de 2018

Una semana en Asturias (2/3)

Seguimos nuestro viaje por Asturias con la visita a Gijón. 



Pasamos la mañana en el Parque de Isabel la Católica. Muy recomendado si vas con niños. Después recorrimos el paseo de San Lorenzo. 


Fuimos a comer a La Salgar, un restaurante con una Estrella Michelín, del que todo el mundo me había hablado muy bien. Sabía qué tenía que probar y todo. Así que elegimos el Menú Tradicional, porque incluía todo lo que tenía que probar.

Empezamos con los aperitivos: crujiente de algas con mayonesa de limón, piel de bacalao crujiente con mojo y el pitu y su entorno.


Tres aperitivos riquísimos que no hacían entrever que estábamos ante un Estrella Michelín sofisticado y de vanguardia.

Pero las croquetas de jamón nos demostraron que no, que este no era otro restaurante con estrella más. Estaban deliciosas.


Seguimos con los platos tradicionales: revuelto de la casa sobre torto de maíz. Combinación de sabores dulce-salado muy acertada.


Después vino la Fabada Asturiana y aunque la probé con miedo, he de reconocer que me encantó. Tanto en sabor como en textura.


Aunque su "plato" es el arroz con pitu de caleya. Simplemente, espectacular. El pitu de caleya es un tipo de ave cuya carne recuerda más al pato que al pollo. 


De postre, panacota de apio con agua de manzana e hinojo. Fresco, refrescante, diferente... buenísimo.


Y acabamos con un arroz con leche. Con este plato me pasó lo mismo que con la fabada. Tenía miedo, porque no sabía si me gustaría. Pero me encantó. Es más, he de busca alguna receta y probar a hacerlo yo en casa. Queda pendiente.


Lucia se portó muy bien durante toda la comida. Era su primer Estrella Michelín y parecía que lo sabía porque quiso probarlo todo. Además, el servicio tuvo muchos gestos hacia ella. Cosa que es de agradecer. No obstante, a la hora del café, después de casi tres horas, ella ya quería irse, por lo que los "petit fours" me los pusieron para llevar, literalmente.


Me gustó visitar un Estrella Michelín más tradicional, probar los platos de la cocina típica asturiana. Aunque, será por costumbre, me esperaba otra cosa. No sé si me entendéis.

El día continuaba con la visita al Acuario de Gijón. De visita obligada si viajas a Asturias con niños. No es muy grande pero es interactivo y tiene un montón de espacios en los que los más pequeños se sienten protagonistas.


Finalmente quedamos con unos amigos valencianos afincados en Gijón, Lorena y José, que por un ratitos nos hicieron de anfitriones. Y nos recomendaron subir al Cerro de Santa Catalina para ver el Elogio del Horizonte


Ya de vuelta al coche nos comimos un helado, que sirvió de merienda cena, y dimos por finalizado el día.

A la mañana siguiente nos esperaba un día de coche y de naturaleza. Primera parada: los bufones de Pría



No estaba el mar como para que hubiera bufones. Sin embargo, sí vimos vacas (uno de los objetivos de nuestro viaje a Asturias) y disfrutamos de la naturaleza.

Siguiente parada: playa de Gulpiyuri. No había agua, la marea todavía no la había inundado. Sin embargo fue especial y diferente por ver cómo rompían las olas en la roca y se iba llenando lo que por la tarde sería una preciosa playa.


De ahí nos fuimos a Llanes. Sinceramente, no le vi nada especial. Eso sí, comimos muy bien. Comimos en La Casona, en el centro histórico-medieval. Pedimos una sartén con patatas, setas, gulas y huevo. Y un cachopo de pollo con setas, pimientos y picadillo. De postre, tarta de queso.





Como siempre, raciones extremadamente grandes. Pero muy bueno todo.

La última parada del día fue la playa de Colunga, donde bajamos a ver las huellas de dinosaurios en la Playa de la Griega.


martes, 28 de agosto de 2018

Una semana en Asturias (1/3)

Este verano hemos estado en Asturias. Viajamos en avión porque con un bebé de 20 meses es mucho más sencillo. Una vez allí, alquilamos un coche, con el que pudimos viajar por todo el Principado. Fuimos con un plan más o menos establecido, basado en las recomendaciones de amigos y conocidos, y de varios portales web.


Nos alojamos en el hotel rural Hotel Monte Somao, en la zona de Pravia. Primer acierto. Los propietarios se portaron muy bien con nosotros desde el primer momento. Como si fuéramos familia. Además, ellos también tenían una nena un poco mayor que Lucia, de la que "cogimos prestados" la trona, juguetes... 

Vistas desde la habitación del hotel
Llegamos por la noche. Al día siguiente fuimos a conocer los "alrededores" del hotel. Primero fuimos a Muros de Nalón, situamos el restaurante en el que comeríamos; de ahí fuimos directos al Mirador del Espíritu Santo


Una vez allí, bajamos los 444 escalones hasta la desembocadura del Nalón. Allí descubrimos un restaurante, Puerto Chico,  con una gran zona infantil. Era pronto para comer, pero no para tomar algo mientras Lucia se divertía en la zona de juegos.


De ahí fuimos a Casa Zoilo, en Muros de Nalón. Había leído muy buenas opiniones sobre este restaurante de comida tradicional asturiana que, además, tenía un menú de mediodía muy económico.

Pedimos ensalada y fideuá mar y montaña. De postre, tarta de la abuela y manzana asada





La fideuá estaba muy buena, pese a no ser la típica fideuá valenciana. Todo lo demás, correcto.

Por la tarde, fuimos a visitar Cudillero. Tras dar una vuelta por la población y subir hasta el faro, nos sentamos a tomar un culín de sidra, que acompañamos con una tabla de quesos, que devoraron padre e hija.




Para cenar, reservamos en El Tenedor en La Escala. No había mucha gente, pero tenía muy buenas opiniones en la App.

Pedimos una ración de croquetas, una de chipirones a la plancha y un cachopo. Amablemente, el camarero nos advirtió que nos habíamos pasado. Eliminamos los chipirones. Cuando vimos la ración de croquetas lo entendimos... ¡12! Muy buenas, eso sí. 



Pese a no haberlos pedido al final, el camarero nos ofreció cuatro chipirones para probarlos. Pero es que ya estaba el cachopo en la mesa. Un señor cachopo de ternera que no pudimos acabarnos.



No podíamos más. De hecho, no pedimos ni postre.

Al día siguiente viajamos a Avilés. No teníamos muchas expectativas puestas en dicha ciudad, pero nos pillaba cerca. Aparcamos en un parking del centro histórico y en cuanto salimos vimos el tren turístico. Un recurso perfecto para ver los lugares más simbólicos de la ciudad con niños. También desde el tren divisamos varios parques donde acudir y el restaurante en el que comeríamos después.


Comimos en Tierra Astur, una franquicia de sidrería asturiana. Sabiendo ya cómo se las gastaban con las raciones por el Principado, pedimos una sartén de setas asturianas y pulpo y un entrecot de carne roja a la parrilla.



El poco pulpo de la sartén lo salvó la calidad y sabor de la carne.

De postre, tarta de avellanas y frixuelos de compota de manzana.



Los frixuelos son la versión asturiana de los crepes. Estaban buenísimos. Con la ración de tarta, por otro lado, podríamos haber merendado toda la semana.

Por la tarde aprovechamos para ir al Castillo de San Martín, de Soto del Barco, donde se estaba celebrando una Feria Medieval. 



Cenamos algo rápido en el Centro Social de Somado. Patatas bravas, chipirones enharinados y albóndigas de carne. Raciones, de nuevo, descomunales.




Desde luego, además de andar mucho y ver muchas cosas, estábamos comiendo... ¡demasiado!


lunes, 13 de agosto de 2018

Soul Coffee Beer

¿Dónde podemos cenar hoy? ¿Miro en El Tenedor
Y de repente me encuentro con una hamburguesería a 15 minutos de casa, con un 9,5 sobre 10. ¡HAY QUE IR!

Se llama Soul Coffee Beer y está en Paiporta. Además de hamburguesas, también tiene un amplio repertorio de cervezas. Por lo visto, tiene dos turnos de cena: 21:00  y 22:30. Reservo para la segunda hora. Y aunque salimos con tiempo, nos cuesta más de 20 minutos encontrar sitio para aparcar. No obstante, al llegar tenemos nuestra mesa reservada. 

El bar está lleno e incluso hay clientes esperando su mesa. La parrilla de hamburguesas está a la vista. Y los camareros no paran. De hecho, al poco de sentarnos ya teníamos la carta, tanto de comida como de cervezas.

Para beber, una cerveza de trigo de tirador y una 0,0 alemana, que no había visto nunca.



Pedimos, de entrantes, hummus y croquetas de boletus.




El hummus estaba muy bueno. Y, además, estuvieron pendientes de que no se nos acabara el pan. Y, de inmediato, nos lo rellenaron.

Las croquetas también estaban deliciosas.

En cuanto a las hamburguesas, la elección fue difícil:


Trece variedades, en las que además debes elegir la carne (wagyu, Angus, buey o pollo). E incluso tienes la opción de "doblar" la hamburguesa.

Nos quedamos con la Haring de pollo (lechuga, cebolla fresco, tomate, guacamole, jalapeños y cilantro) y la Picasso de Wagyu (hojas de roble, confitura de tomate, jamón, queso y salsa de cerveza Tostada Dominus).


Le quité los jalapeños y la cebolla a la Haring. Aun así, estaba sabrosa. Espectacular. Tanto la carne como la combinación de ingredientes. Las patatas fritas también estaban muy buenas.

La confitura de tomate le daba a la Picasso un toque dulce que a mí no me acabó de convencer. Sin embargo, probando la carne de Wagyu se te olvidaba el resto. Quizá un poco demasiado hecha, pero igualmente buenísima. Tierna y jugosa.


En cuanto al postre, elegimos la tarta de queso con mermelada de pétalos de rosa. Diferente en presentación, en textura y en combinación de sabores, de nuevo. Muy muy buena.



Nos encantó el sitio, el trato de los camareros y el servicio rápido. Si a ello le sumamos que las hamburguesas son de las mejores que hemos probado... está claro que VOLVEREMOS. MUY PRONTO.