martes, 31 de marzo de 2015

La Salita

La Salita es uno de esos restaurantes apuntados desde hace tiempo en mi lista de "tareas pendientes". El pasado 14 de marzo lo borré de la lista. 


El local está situado en la calle Séneca, número 12, de Valencia y está regentado por Begoña Rodrigo, ganadora de la primera edición del programa de televisión Top Chef España. Habrá poco más de diez mesas y un diseño muy moderno y minimalista. La bodega, acristalada, es de los elementos del recinto que más llama la atención. No tanto, sin embargo, como encontrarte una parte de la cocina a la vista del comensal. 

Como llegamos a primera hora (14:00 h.) pudimos elegir mesa. Precisamente, fuimos a la que estaba justo enfrente de la cocina. Y entonces, comenzó el espectáculo. Ya en el centro de la mesa teníamos un aperitivo: chips de calamar a la romana y en su tinta.


Recordaban a las papas de gamba de los restaurantes chinos, pero con un sabor mucho más intenso. Muy bueno.

Mientras tanto, nos preparaban el primer plato del menú degustación: El carro de las chuches.


 

En un carro de madera encontramos dos terrinas. Una de conejo y mostaza, y otra de crema de hinojo con salmón ahumado. Además de unas finas tostas de pan, también había en el carro un bombón de foie, un bombón de queso azul y un cono de croqueta de cocido.

Lo probé todo menos el bombón de queso azul. Me encantó el cono, me gustaron mucho las terrinas y me sorprendió gratamente el bombón de foie. Sabores nuevos, sabores diferentes para abrir boca. 

Seguimos con la ensalada Caesar con 'pitu' de Caleya en salazón y anchoas caseras.


Una corona de flores o una obra de arte, pero nunca una ensalada. Eso sí, cuando mezclabas la crema del centro con los ingredientes de alrededor, la combinación era perfecta, refrescante... Otra sorpresa agradable. Porque, por separado, no hubiera probado ni la mitad de los ingredientes de la ensalada.

El tercero, el plato verde. Brandada de bacalao ahumado y guisantes ligeramente picantes. ¿He oído guisantes? ¡Yo soy de las que los quita hasta en el arroz tres delicias! ¿Qué hago ahora?


Decidí probarlos. No todos los días se va a un restaurante de la categoría y calidad de La Salita. He de reconocer que me gustaron (Prometo que la próxima vez que coma arroz tres delicias no quitaré los guisantes).

Salmonete, mantequilla de sus hígados, hinojo y eneldo. Podría decir que fue el plato que menos me gustó. Pero tiene una explicación: llevaba mucha cebolla. Aun así, estéticamente era de los más bonitos del menú.


Después refrescamos nuestras gargantas con un granizado de Gin Tonic.


Miento si no digo que cuando me sirvieron la copa con hielo pensaba que en el algún momento el camarero colocaría el Gin Tonic dentro del vaso. Pero no. El hielo era el propio cóctel, con todo el sabor. Si te gusta el Gin Tonic, te encantará. Si no, mejor no lo pruebes. Lo digo por experiencia.

El risotto de rabo de toro fue el plato estrella para mí. Bueno, no. Buenísimo. Con la patata y la salsa que lo acompañaba le daba un sabor perfecto. 


El siguiente, el ciervo con salsifis, trufa, puré de topinambur y esferificaciones de cebolla asada, estaba también muy bueno, pese a que cada vez nos sentíamos más saciados.


Los ingredientes, por separado, no decían demasiado. La combinación de todos en boca, daba un sabor especial a la carne de ciervo. Muy tierna, por cierto.

De ahí ya pasamos a lo más dulce de la comida. Las setas dulces.


La seta pequeña, la roja, era de fruta de la pasión, con toques cítricos. La grande, chocolate. Si las comes por ese orden es como si en un mismo postre tomaras fruta y dulces. ¡Perfecto!

Junto a los cafés nos trajeron el árbol de los petit fours. Y si he de destacar un elemento, me quedo con el mini macarrón que, si no recuerdo mal, era de frutos del bosque. Delicioso.


En definitiva, La Salita es de visita obligatoria para todos los amantes de la buena cocina, la cocina de diseño y el trabajo elaborado. Sabores nuevos, diferentes y mucha dedicación por parte de Begoña Rodrigo, quien revisa cada plato que sale de su cocina. Un detalle por su parte.

miércoles, 18 de marzo de 2015

La Fitorra

El pasado fin de semana fue GASTRONÓMICO. Sí, gastronómico en mayúsculas. Comenzamos el viernes cenando en un argentino, el sábado visitamos La Salita y el domingo comimos en el Japonice. Del último restaurante ya os hablé en una entrada anterior y de La Salita os contaré cosas en próximas entradas. Ahora toca hablar de La Fitorra.

Buscábamos un restaurante cerca de Mestalla para poder ir tras el partido de fútbol entre el Valencia y el Deportivo. Y echándole un vistazo a El Tenedor nos topamos con La Fitorra, en la calle Rubén Dario, número 18. 9,6 sobre 10 de valoración y un descuento del 20 % en la cuenta final. Vamos, de visita obligada. Leímos opiniones y sabíamos que no íbamos a fallar con la elección.

Y no fallamos. Tras el 2-0 del Valencia al Depor, fuimos al restaurante. Pequeño y acogedor. Como anunciaban los comentarios, muy familiar. Nos recibió el dueño, Luis, y pronto nos acompañó a una mesa alejada de la puerta. Mejor, la noche refrescaba en Valencia. Nos dio las cartas pero al mismo tiempo nos recomendó que hiciéramos caso a sus indicaciones. "Entre los tres armamos el menú", dijo Luis. Y nos fiamos de él.

Dos empanadas argentinas, un chorizo criollo, un lomo alto de ternera y una ración de vacío. Nos dijo que las raciones no era grandes, pero que con esos platos sería suficiente para los dos. Seguimos sus indicaciones. En cuanto al vino, también optamos por su recomendación. Un tinto argentino llamado Santa Lucía, con un sabor afrutado. Muy bueno, sinceramente. 


Cuando Luis nos sirvió las empanadas nos indicó cómo había que comerlas: con las manos, enrolladas con papel para no mancharse y poco a poco para no quemarse. 


Tal cual. La pasta, casera, muy buena. Por dentro, calientes (como nos advirtió el propietario), tiernas y muy sabrosas. No las había probado nunca y la verdad es que me gustaron mucho. 

Al siguiente plato le tenía un poco de miedo. Chorizo criollo. No me gusta el chorizo. Al menos, el que conocía hasta el viernes.


El chorizo criollo no es más que una longaniza especiada. Además, acompañada por la ensalada de cherrys y canónigos, queda un plato de lo más variopinto de sabor. Bueno.

Después ya llegaron los platos principales. Tanto el lomo alto como el vacío los pedimos al punto. Y ambos los sirvieron en su punto. Algo de agradecer, puesto que en muchos restaurantes no entienden el término medio entre crudo y muy hecho. Pero este argentino es diferente...


El vacío estaba muy tierno y jugoso. El sabor, único. Aunque me quedo con el lomo alto. Tierno, tiernísimo. De hecho, se deshacía en la boca. Vamos, como dicen los niños, no se hace bola.


No soy yo muy carnívora, pero puedo decir que es la mejor carne que he probado nunca. Y de raciones pequeñas, nada. 


Igual algo tienen que ver, también, las salsas y las especies con las que pudimos acompañar las carnes. Sal de jengibre, sal marina y sal de boletus, por una parte; y chimichurri y salsa criolla, por otra. Me llamó la atención la sal de jengibre. Diferente, algo picante. Sobre el lomo alto, espectacular.

De ahí pasamos al postre. Luis nos recomendó panqueque o tiramisú. Como el segundo ya lo conocíamos (y a mí no me gusta demasiado), nos fuimos a por el primero, el panqueque, un crep de dulce de leche.


Este postre es la anti-dieta en persona. Dulce, en exceso. Pero muy bueno, para qué mentir. En el plato solo se quedó la nata, que pedimos que nos quitaran pero se acordaron tarde. Por suerte, iba en un lateral. Lo cierto es que no soporto los restaurantes que cubren sus postres 'caseros' con nata, que al final no sabes si has pedido dicho postre o solo nata. Este, sin embargo, llevaba la justa y necesaria. Un 'dulce' acierto.

Con el crep, unos cortados y un chupito de limoncello, dimos por finalizada una gran cena, una grata sorpresa. Con la promoción de El Tenedor nos costó 54 €. Aunque el trato de Luis durante la cena y la despedida no se paga con dinero. Volveremos, seguro. Y os recomiendo, a todos los carnívoros, que lo visitéis. No os decepcionará.

jueves, 12 de marzo de 2015

La Nicoletta

La Nicoletta es uno de esos restaurantes italianos que me gusta visitar de vez en cuando. Y hace un par de semanas se presentó la oportunidad. 

Situado en la Calle La Paz nº 33 de Valencia, este es un restaurante amplio y minimalista con una carta rica en platos italianos.

Lo primero que pedimos fue la bebida. Y yo elegí una cerveza valenciana. En concreto, la Paqui Brown de la Microcervecería Tyris. Me gustó la cerveza, la botella y el texto de la misma.


Antes de los entrantes llegó el pan y el 'olio santo'. Eran las 23:30 de la noche y hasta un pedazo de pan entraba como el mejor de los manjares. 


Decidimos, sin embargo, pedir solo un entrante. Sobre todo, teniendo en cuenta que los platos principales en La Nicoletta suelen ser grandes. El elegido fue el Provolone (aprovecho para decir que he aprendido a hacerlo en casa...). Este es un plato con el que raras veces se falla. Y esta no fue una excepción. Muy bueno, sí señor.


De los cuatro comensales, dos optamos por la pasta como plato principal y, otros dos, por la pizza. Yo lo tenía claro desde el momento que supe que cenaba en ese restaurante: Spaghetti Frutti di Mare. Lo he probado en muchos sitios y, como en La Nicoletta, ninguno. El plato lleva mejillones, almejas, langostinos, gambas y cherrys. Quita el hipo, vamos.


Eso sí, vi la ración más pequeña que en visitas anteriores. Y no fui la única que lo notó.

El resto de comensales optó por:

Tallarines con salsa carbonara sin nata:


Pizza Nicoletta. Con tomate, mozzarella, chorizo, salami, champiñones, jamón cocido, salsa boloñesa y queso Grana Padano rallado. La más completa de la carta, sí. Y aún ofrecieron la opción de cubrirla con una segunda masa de pizza.


Pizza tartufo e funghi. Sin tomate (los camareros incidieron en ello al pedirla). Pero con Mozzarella, salsa 'tartufo e funghi', champiñones y queso emmental.


A diferencia de los platos de pasta, las pizzas siguen siendo plazas de toros. Así, es normal que a la hora del postre no pidiéramos ni la carta. Cafés, a descansar y a esperar una próxima visita.


lunes, 9 de marzo de 2015

Tartas, cupcakes y entradas pendientes

Me encantaría escribir en el blog cada día, contaros todo lo que pasa por mi mente y todos los "pájaros" que tengo en la cabeza. Pero no tengo tiempo. Así que sigo ampliando mi lista de "entradas pendientes".
De momento, os cuento que estos han sido días dulces. Literalmente hablando. Porque llevaba un par de meses sin hacer tartas o cupcakes. Pero estos días ha vuelto la Ana Soff repostera.
A continuación os enseño una mini tarta de bizcocho de chocolate cubierta de fondant para celebrar el cumpleaños de una gran amiga.


La siguiente tarta fue un encargo. Y una asignatura pendiente. Porque cuando le hice a mi sobrina la tarta de su personaje favorito en Navidades no me quedó como yo esperaba. Así que ahora tenía una buena oportunidad para volver a jugar con Peppa Pig. Este fue el resultado:


Aproveché los sobrantes del bizcocho (también de chocolate) para hacer el típico paisaje de la serie animada y poner el nombre del cumpleañero. Aquí, un montaje con el making of.


Me cuenta mi amiga Lorena que su sobrino a punto estuvo de llorar cuando le explicaron que había que cortar a Peppa Pig. A mí también me daría pena, la verdad.


Estos cupcakes de Oreo con crema de chocolate intenso me los encargó mi amiga Vero, que hoy cumple 30 años. Los ha llevado al colegio donde trabaja para alumnos y compañeros.
Lo mejor de esto es que he aprendido a hacer "Nocilla" casera.

lunes, 2 de marzo de 2015

Canalla Bistro

Esta es una de esas entradas que ya tenía ganas de hacer, puesto que hablo de un restaurante que, valga la redundancia, ya tenía ganas de visitar: Canalla Bistro.

Como ellos mismos lo definen, Canalla Bistro es "el restaurante más ecléctico de Ricard Camarena". Nada más lejos de la realidad. El restaurante está situado en el barrio de Russafa y desde el momento en que traspasas la puerta sabes que no estás en un sitio convencional. El olor a madera de naranjo del mobiliario y de la decoración te embriaga y la poca luz de la sala te hace entrever que este no es un sitio cualquiera. Y, realmente, no lo es.

Hay menú de mediodía, menú para compartir y un rica y variada carta. Nos comentaron los camareros que los platos cambian al menos dos veces por mes, por lo que difícilmente repetirás si pruebas alguno de los menús. Elegimos el de mediodía. Estaba compuesto por:

Entrantes 

- Cucurucho crujiente de aguacate y salmón



Es uno de sus platos estrella. Ya por la presentación llama la atención, el problema está en que si no te gusta el aguacate, como es mi caso, este no será tu plato favorito...

- Buñuelos de bacalao



Quizá no sean las mejores albóndigas de bacalao que he probado, pero estaban buenas.

- Ensalada de mozarella, tomates y albahaca



La ensalada llegó aliñada y perfecta para su cata. Estaba rica.

Principal (a elegir)

- Estofado de pollo de corral, cúrcuma y arroz frito



Sin duda, la sorpresa del día. Me recordó a mi estancia en Copenhague, donde me aficioné al pollo con arroz y curry. Delicioso. Tanto, como para rebañar el plato. Sí, no dejé ni una gota de salsa.

- Merluza con jugo de judías

De los cuatro comensales, ninguno eligió la merluza. Así que ni hay fotos ni puedo opinar al respecto. A ver si en próximas visitas...

Postre (a elegir)

- Tarta especial de manzana


Sencillamente, impresionante. Todo el sabor de una tradicional tarta de manzana pero, deconstruida. Con su hojaldre, su crema, la manzana natural... Espectacular.

- Texturas de chocholate


Dulzón y sabroso. Aunque me sorprendió más la tarta de manzana.


Además, de la carta pedimos dos platos para probar:

- Empanadillas al vapor de langostinos al ajillo



Gambas al ajillo, tal cual. Con un gran sabor que se completaba con la pasta cocinada al vapor y una salsa dulce. Un plato muy asiático, muy de mi gusto.

- Croquetas de pollo a l'ast.



Podríamos decir que es el plato de la temporada. No es el primer restaurante en el que las veo últimamente. De todos modos, como estas, ningunas. Un verdadero pollo al horno oculto dentro de un finísimo rebozado. Muy buenas, sí.

Nos faltó probar su famosa hamburguesa. Pero es la excusa perfecta para volver. Porque la relación calidad precio es más que recomendable, teniendo en cuenta que estamos en un restaurante de "marca".