La Salita es uno de esos restaurantes apuntados desde hace tiempo en mi lista de "tareas pendientes". El pasado 14 de marzo lo borré de la lista.
El local está situado en la calle Séneca, número 12, de Valencia y está regentado por Begoña Rodrigo, ganadora de la primera edición del programa de televisión Top Chef España. Habrá poco más de diez mesas y un diseño muy moderno y minimalista. La bodega, acristalada, es de los elementos del recinto que más llama la atención. No tanto, sin embargo, como encontrarte una parte de la cocina a la vista del comensal.
Como llegamos a primera hora (14:00 h.) pudimos elegir mesa. Precisamente, fuimos a la que estaba justo enfrente de la cocina. Y entonces, comenzó el espectáculo. Ya en el centro de la mesa teníamos un aperitivo: chips de calamar a la romana y en su tinta.
Recordaban a las papas de gamba de los restaurantes chinos, pero con un sabor mucho más intenso. Muy bueno.
Mientras tanto, nos preparaban el primer plato del menú degustación: El carro de las chuches.
En un carro de madera encontramos dos terrinas. Una de conejo y mostaza, y otra de crema de hinojo con salmón ahumado. Además de unas finas tostas de pan, también había en el carro un bombón de foie, un bombón de queso azul y un cono de croqueta de cocido.
Lo probé todo menos el bombón de queso azul. Me encantó el cono, me gustaron mucho las terrinas y me sorprendió gratamente el bombón de foie. Sabores nuevos, sabores diferentes para abrir boca.
Seguimos con la ensalada Caesar con 'pitu' de Caleya en salazón y anchoas caseras.
Una corona de flores o una obra de arte, pero nunca una ensalada. Eso sí, cuando mezclabas la crema del centro con los ingredientes de alrededor, la combinación era perfecta, refrescante... Otra sorpresa agradable. Porque, por separado, no hubiera probado ni la mitad de los ingredientes de la ensalada.
El tercero, el plato verde. Brandada de bacalao ahumado y guisantes ligeramente picantes. ¿He oído guisantes? ¡Yo soy de las que los quita hasta en el arroz tres delicias! ¿Qué hago ahora?
Decidí probarlos. No todos los días se va a un restaurante de la categoría y calidad de La Salita. He de reconocer que me gustaron (Prometo que la próxima vez que coma arroz tres delicias no quitaré los guisantes).
Salmonete, mantequilla de sus hígados, hinojo y eneldo. Podría decir que fue el plato que menos me gustó. Pero tiene una explicación: llevaba mucha cebolla. Aun así, estéticamente era de los más bonitos del menú.
Después refrescamos nuestras gargantas con un granizado de Gin Tonic.
Miento si no digo que cuando me sirvieron la copa con hielo pensaba que en el algún momento el camarero colocaría el Gin Tonic dentro del vaso. Pero no. El hielo era el propio cóctel, con todo el sabor. Si te gusta el Gin Tonic, te encantará. Si no, mejor no lo pruebes. Lo digo por experiencia.
El risotto de rabo de toro fue el plato estrella para mí. Bueno, no. Buenísimo. Con la patata y la salsa que lo acompañaba le daba un sabor perfecto.
El siguiente, el ciervo con salsifis, trufa, puré de topinambur y esferificaciones de cebolla asada, estaba también muy bueno, pese a que cada vez nos sentíamos más saciados.
Los ingredientes, por separado, no decían demasiado. La combinación de todos en boca, daba un sabor especial a la carne de ciervo. Muy tierna, por cierto.
De ahí ya pasamos a lo más dulce de la comida. Las setas dulces.
La seta pequeña, la roja, era de fruta de la pasión, con toques cítricos. La grande, chocolate. Si las comes por ese orden es como si en un mismo postre tomaras fruta y dulces. ¡Perfecto!
Junto a los cafés nos trajeron el árbol de los petit fours. Y si he de destacar un elemento, me quedo con el mini macarrón que, si no recuerdo mal, era de frutos del bosque. Delicioso.
En definitiva, La Salita es de visita obligatoria para todos los amantes de la buena cocina, la cocina de diseño y el trabajo elaborado. Sabores nuevos, diferentes y mucha dedicación por parte de Begoña Rodrigo, quien revisa cada plato que sale de su cocina. Un detalle por su parte.
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