viernes, 20 de abril de 2018

Lisboa 3/3

Tercer día en Lisboa. En nuestro plan incial estaba visitar Sintra por la mañana y Belem por la tarde. Pero los planes no siempre surgen como lo has planeado.

Fuimos a Sintra en tren. En la estación central de Rossio todo el mundo viajaba con el mismo destino. Así que sabíamos que estaría lleno. Una vez en Sintra, desayunamos/almorzamos en una cafetería cercana a la estación y caminamos hasta el Palacio Real. No, no era el palacio de colores. Era blanco. Así que preguntamos cómo se llegaba al Palacio da Pena. Pagando 7€ por persona para subir en autobús durante una hora por una carretera estrecha y repleta de curvas. El viaje fue pesado. Y cuál fue nuestra sorpresa cuando, al llegar al palacio, había una larga cola para acceder a él. Eso sí, previo pago de 20€ por cabeza. Una vez dentro, además, pagas 3€ para subir hasta la puerta del palacio.Total, que se acercaba la hora de comer y vimos que si entrábamos, haciendo la cola, nos tocaría comer allí dentro. Así que lo vimos desde fuera y volvimos a bajar en el autobús. 

Palacio da Pena

En el tren de vuelta a Lisboa, miramos a través de El Tenedor dónde podíamos comer. Y descubrimos cerca del sapartamento Solidó. Sin lugar a dudas, el mejor de los restaurante que visitamos en Lisboa.

Como entrantes tomamos croquetas de bacalao y pasteles de pollo. Tan buenos estaban ambos entrantes que repetimos de ambas raciones.



Como platos principales pedimos salmón, bacalao y una especie de cocido, con sus verduras y carne y, por otro lado, su cuenco de arroz. La presentación era excelente, pero es que el sabor de los platos lo superaba. En concreto, yo tomé el bacalao, con un rebozado muy crujiente y que se notaba "casero", y venía acompañado de boniato al horno y una salsa muy sabrosa. 




No tomamos postre, puesto que era tarde y teníamos pensado comer "pasteis de nata" para merendar.

Por la tarde, finalmente, no fuimos a Belem. Nos quedamos en el apartamento haciendo la maleta y demás, y después fuimos a Fábrica da Nata para comprar los famosos pastelitos lisboetas.


Nos los llevamos al apartamento y allí merendamos/cenamos y acabamos de recoger el equipaje. Al día siguiente saldríamos muy temprano hacia el aeropuerto.Esta vez, eso sí, el taxi vendría a por nosotros a la misma puerta.

Así poníamos punto y final a un viaje en familia y con buenos amigos. De Lisboa me quedo con ello. ¡Ah! Y con las cuestas y las calles adoquinadas.

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