martes, 17 de abril de 2018

Lisboa 2/3


Tras una primera jornada en Lisboa agotadora, el segundo día no iba a ser menos. Desayunamos en el apartamento y, de ahí nos fuimos al Elevador de Santa Justa. Tras más de media hora de cola, conseguimos subir. Allí pudimos disfrutar de unas vistas privilegiadas de la ciudad lisboeta y del primer "pasteis de nata". Cogimos fuerzas para subir andando hasta la Catedral de Lisboa

Elevador de Santa Justa
Catedral de Lisboa
Después bajamos hasta el Arco de la Rua Augusta y la Praça do Comercio. Impresiona la magnitud de la plaza y el ambiente que se respira en la misma. De ahí fuimos directos al apartamento a comer. 

Arco de la Rua Augusta

Vista panorámica de la Praça do Comercio

Por la tarde, queríamos coger el tranvía hasta el Castelo de Sao Jorge. Pero acabamos subiendo en autobús. No entramos. Eso sí, recorrimos las "calles" de la zona amurallada. También disfrutamos del Largo de Santa Luzia y del Miradouro das Porta do Sol, donde había música en directo y muy buen ambiente.


De ahí volvimos a la Praça do Comercio, donde pudimos disfrutar (y bailar) de un grupo de batucada procedente de Salamanca que amenizó el atardecer de la plaza.

A través de El Tenedor reservamos para cenar, recomendados, en CR7 Corner Bar & Bistro, el restaurante de Cristiano Ronaldo, ubicado muy cerca de la Praça do Comercio. Pintaba muy bien el sitio y la carta. Pero el servicio fue penoso. Tardaron más de una hora en servirnos. Eso sí, luego se disculparon y nos invitaron a la bebida y al postre porque había surgido un contratiempo en cocina.


Cuando llegó la comida, el servicio fue bastante rápido. De entrantes pedimos pan, palitos de boniato fritos, croquetas de bacalao y atún braseado.





Desde luego, el mejor de los entrantes fue el atún. Tanto los chips de boniato como las croquetas estaban buenos, pero no eran nada del otro mundo.

Sí hubo algo más de nivel en los platos principales: Bacalao a Bras; Hamburguesa CR7; Tagliatelle de vegetales y CR7 Club Sandwich.



Yo, concretamente, me pedí la hamburguesa y estaba buenísima. Aunque demasiado "gorrina" para mi gusto. La carne, eso sí, estaba en su punto. 



En cocina también tuvieron problemas con el postre, así que nos dejamos guiar por lo que nos sacaban de cocina. Estaban muy buenos. Pero tampoco supimos a ciencia cierta qué postre estábamos tomando.



Desde luego, fue una cena un poco caótica, pero comimos bien. Solo nos faltaba caminar (y subir) más de 1 kilómetro hasta llegar al apartamento y coger fuerzas para el último día en Lisboa (que también fue algo caótico). Pero ya os contaré.

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