Tengo este blog un poco abandonado, lo reconozco, pero entre que acabamos de entrar en época de DBC (Despedidas, bodas y comuniones) y que estaba centrada en mi otro blog, tampoco he tenido mucho tiempo para visitar restaurantes y hablaros de ellos. Aun así, todavía tenía tres entradas pendientes. Así que, allá vamos.
El pasado 26 de abril reservé, a través de El Tenedor, mesa en Cicerone, un restaurante del que tenía buenas referencias. Situado en el centro histórico de Valencia, Cicerone es un establecimiento moderno y 'vintage'. Es decir, lo que se lleva ahora.
En la carta, entrantes elaborados, arroces, carnes y pescados. Algo escueta pero variada. El problema de estas cartas cortas es cuando no pueden servir alguno de los platos... Se queda, entonces, en una carta mínima. Se excusaron diciendo que estaban a punto de cambiar la carta (de hecho, ahora mismo no va el enlace a la misma en su web). Pero no da una buena imagen.
Como aperitivo, nos sirvieron hummus de garbanzo. Parece mentira que yo, como amante de esta legumbre, todavía no hubiera probado el hummus. Me gustó.
A la hora de pedir entrantes y arroz, nos dejamos aconsejar por el camarero. Así que pedimos buñuelos de bacalao, tosta de pulpo braseado y huevo de oro con setas y foie.
Los buñuelos, con un 'allioli' de perejil, estaban muy sabrosos y sin exceso de aceite. Incluso se diferenciaban los trozos de bacalao en el relleno. En definitiva, de los mejores que he probado.
El pulpo, un plato que hasta ahora no me decía nada, se está convirtiendo en 'obligatorio' en cada restaurante que visito. Un entrante algo corto. Eso sí, muy tierno y bien cocinado el pulpo.
Nos dijeron que el huevo de oro es su plato estrella. Y con razón. Ya a la vista llama la atención... Y en el paladar es un contrates de sabores, texturas y colores, que lo hacen un plato recomendado.
Tardaron bastante los camareros en servirnos el plato principal, un arroz meloso de carabineros. Valió la pena la espera.
Ya cuando dejaron el plato sobre la mesa me llegó un olor a mar, a pescado, a marisco... que me hizo entrever que falto de sabor no iba a estar el plato. No me equivoqué. Delicioso arroz. Y el carabinero, pelado (pese a conservar la cabeza y la cola), un detallazo.
Aún tardaron más en servirnos los postres (¡y yo me tenía que ir a trabajar!). Sinceramente, no recuerdo el nombre exacto de los platos y tampoco me detuve demasiado a probar sabores y demás. Más que nada porque no quería llegar al trabajo con el estómago lleno. Aun así, la presentación era de 10. Lástima que el servicio dejara un poco que desear.
Con el detalle del corazón en el café enmendaron un poco sus errores. No obstante, hay muchas cosas que mejorar. No ya en la comida, sino en el servicio.
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