Seguimos nuestro viaje por Asturias con la visita a Gijón.
Fuimos a comer a La Salgar, un restaurante con una Estrella Michelín, del que todo el mundo me había hablado muy bien. Sabía qué tenía que probar y todo. Así que elegimos el Menú Tradicional, porque incluía todo lo que tenía que probar.
Empezamos con los aperitivos: crujiente de algas con mayonesa de limón, piel de bacalao crujiente con mojo y el pitu y su entorno.
Tres aperitivos riquísimos que no hacían entrever que estábamos ante un Estrella Michelín sofisticado y de vanguardia.
Pero las croquetas de jamón nos demostraron que no, que este no era otro restaurante con estrella más. Estaban deliciosas.
Seguimos con los platos tradicionales: revuelto de la casa sobre torto de maíz. Combinación de sabores dulce-salado muy acertada.
Después vino la Fabada Asturiana y aunque la probé con miedo, he de reconocer que me encantó. Tanto en sabor como en textura.
Aunque su "plato" es el arroz con pitu de caleya. Simplemente, espectacular. El pitu de caleya es un tipo de ave cuya carne recuerda más al pato que al pollo.
De postre, panacota de apio con agua de manzana e hinojo. Fresco, refrescante, diferente... buenísimo.
Y acabamos con un arroz con leche. Con este plato me pasó lo mismo que con la fabada. Tenía miedo, porque no sabía si me gustaría. Pero me encantó. Es más, he de busca alguna receta y probar a hacerlo yo en casa. Queda pendiente.
Lucia se portó muy bien durante toda la comida. Era su primer Estrella Michelín y parecía que lo sabía porque quiso probarlo todo. Además, el servicio tuvo muchos gestos hacia ella. Cosa que es de agradecer. No obstante, a la hora del café, después de casi tres horas, ella ya quería irse, por lo que los "petit fours" me los pusieron para llevar, literalmente.
Me gustó visitar un Estrella Michelín más tradicional, probar los platos de la cocina típica asturiana. Aunque, será por costumbre, me esperaba otra cosa. No sé si me entendéis.
El día continuaba con la visita al Acuario de Gijón. De visita obligada si viajas a Asturias con niños. No es muy grande pero es interactivo y tiene un montón de espacios en los que los más pequeños se sienten protagonistas.
Finalmente quedamos con unos amigos valencianos afincados en Gijón, Lorena y José, que por un ratitos nos hicieron de anfitriones. Y nos recomendaron subir al Cerro de Santa Catalina para ver el Elogio del Horizonte.
Ya de vuelta al coche nos comimos un helado, que sirvió de merienda cena, y dimos por finalizado el día.
A la mañana siguiente nos esperaba un día de coche y de naturaleza. Primera parada: los bufones de Pría.
No estaba el mar como para que hubiera bufones. Sin embargo, sí vimos vacas (uno de los objetivos de nuestro viaje a Asturias) y disfrutamos de la naturaleza.
Siguiente parada: playa de Gulpiyuri. No había agua, la marea todavía no la había inundado. Sin embargo fue especial y diferente por ver cómo rompían las olas en la roca y se iba llenando lo que por la tarde sería una preciosa playa.
De ahí nos fuimos a Llanes. Sinceramente, no le vi nada especial. Eso sí, comimos muy bien. Comimos en La Casona, en el centro histórico-medieval. Pedimos una sartén con patatas, setas, gulas y huevo. Y un cachopo de pollo con setas, pimientos y picadillo. De postre, tarta de queso.
Como siempre, raciones extremadamente grandes. Pero muy bueno todo.
La última parada del día fue la playa de Colunga, donde bajamos a ver las huellas de dinosaurios en la Playa de la Griega.
La última parada del día fue la playa de Colunga, donde bajamos a ver las huellas de dinosaurios en la Playa de la Griega.