lunes, 3 de septiembre de 2018

Una semana en Asturias (3/3)


Últimos días en Asturias. Y así nos despertamos cada día en el Hotel Monte Somao. Con bizcochos caseros, mermeladas caseras... o sea, como en casa.



Tras un buen desayuno, fuimos a Los manzanos del Bosque, un restaurante-merendero muy recomendado si vas con niños, porque tiene una amplia zona infantil. Sin embargo, el servicio en el restaurante dejó un poco que desear. Y eso que la comida estaba bastante buena. 

Pedimos pulpo a feira, entrecot y tarta de queso. Todo correcto, pero nada del otro mundo.

 

 


De ahí, nos salimos del plan inicial y nos fuimos al Museo y Circuito Fernando Alonso. Nos costó 15 € y no podíamos tocar nada. Casi que te sabía mal hasta respirar. Eché de menos algo de interacción en el Museo. 


De ahí, fuimos a dar una vuelta a Oviedo, pero volvimos a cenar al hotel.





Al día siguiente fuimos al Santuario de Covadonga. Teníamos la intención de subir a los Lagos, pero la empresa de autobuses que te facilita (por 9 €) el transporte hasta allí nos avisó de que había mucha niebla y la visibilidad en los Lagos iba a ser nula. Lo agradecimos.


Cangas de Onís fue nuestro siguiente destino. La ciudad me recordó un poquito a Andorra.


Elegimos comer en La Sifonería. Y fue un acierto. Pedimos croquetas, de jamón y de cabrales. Y un cachopo de entrecot que quitaba el hipo.



Lo único más flojo fue el postre, que se asemejaba a las peras al vino.


De camino al hotel, paramos en Los Caserinos. Otra buena decisión. Es una quesería, en la que además tienen animales. La visita guiada es gratuita, puedes dar de comer a los animales y te explican cómo se hacen quesos, yogures, arroz con leche, sidra... 



Nosotros nos llevamos un par de quesos y un yogur que devoramos por la noche.


Llegó el día de vuelta a Valencia. Pero como el avión salía por la tarde, nos dio tiempo de visitar Candás, Luanco y el Cabo de Peñas antes de ir hacia el aeropuerto.

Fue en Candás donde comimos. Concretamente, en la Sidrería Santarua. Era obligatorio, por lo tanto, pedir sidra y una buena mariscada. Como entrante, escogimos el pastel de cabracho. Delicioso.



En la mariscada, echamos de menos algo más de marisco. Sin embargo, destacamos las zamburiñas y la merluza. Nunca había probado yo una merluza tan buena.

De postre pedimos tarta de chocolate y nueces y tarta de frixuelos. La primera estaba buenísima. A la segunda le sobraba la nata.





Después de disfrutar de las vistas de Luanco y el Cabo de Peñas, fuimos hacia el aeropuerto. Así poníamos punto y final a un viaje especial, en el que recorrimos gran parte del Principado, disfrutando de la naturaleza y la gastronomía del lugar.

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