Dicen que un
Maratón no se corre el día de la prueba. Sino que se empieza a correr el mismo
día que decides apuntarte, que sabes que vas a sacrificar tiempo, momentos,
vida… por ello. Así que el día 3 de marzo empecé a correr el Maratón Valencia
2019. Fue entonces cuando decidí que este año volvía a repetir la gesta.
A mediados de
agosto empezamos con los entrenamientos. El objetivo, llegar al 1 de diciembre
convencida de que lo podía conseguir de nuevo. Si superaba mi Mejor Marca
Personal (3:55:36), perfecto.
Así pasaron
los días, las semanas, los meses, los entrenamientos, las series, los cambios
de ritmo, las tiradas largas… hasta llegar al pasado domingo, 1 de diciembre,
día del Maratón Valencia 2019.
Por el camino,
había repetido muchos de los pasos que me llevaron hasta la alfombra azul en
2017. Pero también había novedades. Por primera vez, me ponía en manos de un
entrenador. ¿Por qué? Porque esta vez tocaba afrontar los 42195 metros SOLA.
Este es un hecho al que no le di mucha importancia hasta las últimas semanas.
¿Un maratón sola?¿Serás capaz, Ana? Fueron varios los amigos que se ofrecieron
a hacer parte de la carrera conmigo. Pero poco a poco me auto convencí de que
TENÍA QUE HACERLO yo. POR MÍ.
Y así me
planté en la línea de salida. SOLA. Los días previos fueron personalmente
complicados. Sin embargo, intenté rodearme de buen ambiente, de gente motivadora,
de positivismo. Erica, Juan, "la meua Anna"… En definitiva,
necesitaba cargarme las pilas para las casi 4 horas de carrera.
Con el “Libre”
de Nino Bravo comencé a correr. Y también cayó la primera lágrima. Soy un
manojo de nervios y tensión… La estrategia estaba clara: Primer 10K a 5:30
min/km. Después será el cuerpo quien responda. Cumplo el plan. Voy viendo caras
conocidas y eso me hace venirme arriba, pero no hay que confiarse. Llega el
segundo 10K, decido ponerme a 5:20, la cosa pinta bien. Pasado el 12 veo a MC y
Paquito, les doy los manguitos y la braga. Hace calor y voy muy cómoda. En el
kilómetro 16, a contraluz, veo el reflejo de mis amigas. ¡Han venido todas! Son
únicas. Otra lagrimita cae. Poco después está Sandra, un pilar básico para este
segundo maratón. Le digo que voy muy bien. Porque es cierto.
Pasado el
medio maratón empiezo a darle vueltas al coco. ¿Habrá muro o no habrá muro? ¿Y
si me lo encuentro, qué hago? ¡Que voy sola! De repente he cambiado de ritmo…
No sé qué pasa pero no me gusta cómo me siento. Las piernas van, pero la cabeza
está corriendo otra carrera. Sin querer, he construido yo mi propio muro.
Decido ir descontando kilómetros. Sé que en el 26k volverá a estar Sandra y me
podré desahogar. Pero no la veo. A quienes sí veo es a mis amigas. Otra lagrimilla
cae. Ellas notan que no voy tan bien. Pero lo cierto es que las piernas van de
lujo.
En el
kilómetro 32, cuando llega para todos el temido muro, yo respiro hondo, me abro
de brazos y choco enérgicamente la mano a Ángel (ContadordeKm en redes sociales).
“Ana, esto está hecho”. Me vuelvo a emocionar y decido cambiar la estrategia de
carrera. Voy a disfrutar de esto. Las piernas me están respondiendo, así que
decido bajar el ritmo y ver cómo pasan los kilómetros. Hasta la zona “fea” del
maratón me pareció bonita. Os lo juro.
Recta final,
volvemos al corazón de la ciudad. La tensión en el cuello aumenta. Justo como
hace dos años. Pero no me importa, estoy muy bien. La gente me anima y yo lo
agradezco como puedo. Acercándome a la Puerta de la Mar le choco la mano a otro
speaker conocido, Meroño. Me alegra muchísimo verlo. De lejos, ya veo las
banderas de Teika, allí están Patri y Paula, de Juntas Es Mejor, esperándome.
Pero… ¿a quién veo? A mi mejor amigo… Algarra ha querido sorprenderme… ¡y lo ha
hecho! No puedo contener las lágrimas. Y ya el empujón que me dan Patri y Paula
me impulsa hasta los últimos kilómetros. Poco después vuelven a estar ahí MC y
Paquito. ¡Qué subidón! Y nada, 10 metros más adelante, mi nutricionista, Carol.
Nos miramos emocionadas, nos damos las manos y me transmite la fuerza necesaria
para afrontar el último kilómetro. Tengo mucha tensión en el cuello, pero voy
muy bien. Vuelve a aparecer a mi lado Sandra, le agradezco como puedo TODO lo
que ha hecho por mí estos meses… Ahora, me toca disfrutar. Oigo mi nombre, es
Amparo, lo sé, pero yo ya no veo a nadie. Solo quiero llegar a esa alfombra
azul y disfrutar del momento.
Había
imaginado cruzar la línea de meta andando, reflexionando. Y eso hice. Los
últimos 2 metros. Andé. Viví el momento. Lloré y oí mi nombre en megafonía.
Creía que estaba soñando. Pero no, era el gran Vicent Sempere inmortalizando el
momento. UN REGALO PARA TODA LA VIDA.
Después, seguí
llorando. Había sido duro, muy duro, correr contra tu cabeza. Ni el calor, ni
la humedad, ni el viento fueron mis rivales. Solo mi cabeza. Los voluntarios me
animaban. Yo solo buscaba alguien con quien consolarme. Fue Conxín, del
Rantelles de Almussafes. Hasta ese momento, había hablado poco con ella. Pero
en ese instante sentí la necesidad de abrazarla. Y eso hice. Lo necesitaba.
Después llegó
el reencuentro con Empar. Cerrábamos un círculo que empezamos en 2016. Pero
esto no se queda aquí. En 2020, volvemos.