miércoles, 24 de febrero de 2016

Restaurante Macel·lum

Macel·lum. Uno menos en la lista de restaurantes pendientes de visita obligatoria. Porque el pasado 14 de febrero, aprovechando el día de San Valentín, fuimos al restaurante por excelencia del finalista de Top Chef 3, Alejandro Platero.


Hice la reserva a través de El Tenedor siete días antes, aun sabiendo que sería difícil tener una mesa disponible. Y más, para seis personas. Pero tuvimos suerte. Mucha, sinceramente. Porque cuando llegamos a Macel·lum cuál fue nuestra sorpresa al ver que la mesa para nosotros asignada estaba en un pequeño espacio reservado... solo para nosotros. 

Nada más llegar, nos ofrecieron dos menús, uno especial por el día de San Valentín (55 € por persona) y el del fin de semana, Soldies (29,5 € por persona). Elegimos este segundo por mayoría absoluta.

Soldies consistía en cuatro aperitivos, tres entrantes, un principal a elegir entre cuatro arroces y un postre. 

Comenzamos con los Snacks de bienvenida. Berberechos con gel de Codium, brandada con crema de berenjena y cebolla a baja temperatura, roca de remolacha con queso al romero y avellana y empanadilla de pisto valenciana.

Los berberechos sabían a mar. Algo evidente teniendo en cuenta el origen de estos moluscos y que el Codium es un alga.


El siguiente de los aperitivos tenía todo el sabor del hervido valenciano. Estaba muy bueno.


Me gustó más, aunque supo a poco, el siguiente. Y eso que había encurtidos, queso... Sabores muy intensos que en el paladar se combinaban a la perfección.


Con la empanadilla de pisto esperaba el Pepito pisto lo visto del Showcooking al que asistí en Come & Calla en enero. Sin embargo, me sorprendió la empanadilla de nabo, con un sabor fresco y diferente, rellena de ese tradicional pisto valenciano. Me encantó. Hubiera tomado diez más como este.


Acompañamos los aperitivos con sal de vino tinto y sal especiada, además de una especie de salsa de ensalada valenciana y pan de masa madre.




Seguimos con los entrantes. Dumpling de morcilla y kinchi de remolacha, Royal de boletus en texturas y crema de garbanzos con velo de careta.

Los dumpling estaban crujientes y sabrosísimos. También la ración, esta vez, para compartir, sabía a poco.


El Royal de boletus era como tomar una croqueta de boletus deconstruida. Tal cual. Para repetir.


La crema de garbanzos, para una fanática de esta legumbre, quitaba el hipo. Tanto que obvié las yemas de huevo y la careta de cerdo...


 Como plato principal se podía escoger uno de estos cuatro arroces:
  • Arroz de cangrejo y rape
  • Arroz meloso de pescado del día con algas y gambas
  • Arroz de pollo de corral con huitlacotxe
  • Arroz meloso de pelota de cocido a la brasa, ropa vieja, canela y limón.
Teníamos que elegir el mismo arroz toda la mesa y aunque hubo un poco de indecisión, la pelota de cocido decantó la balanza a favor de este último plato. 

Sabor, sabor y más sabor. La pelota rozaba la excelencia, el arroz estaba en su punto y el caldo sabía a la sopa cubierta que se toma por Navidad, a canela y a limón a partes iguales. Sencillamente, impresionante. Además pudimos repetir todos.



Y todavía quedaba el postre, tarta de manzana, uno de mis dulces favoritos. Cada parte de la tarta estaba transformada en caramelos, helado, chips, puré... Mezclado era una auténtica tarta de manzana. ¡De diez!


La comida fue de menos a más, por lo que salí muy contenta del local. Aun así, creo que me quedo con su versión más "informal", Come & Calla.


sábado, 6 de febrero de 2016

Habitual - Ricard Camarena

Ya tenía ganas yo de escribir sobre Habitual. Aunque difícilmente lo podía hacer sin visitar el local. Fue el pasado domingo cuando estuve en este restaurante de Ricard Camarena del que, como Canalla Bistro, tan bien me había hablado mucha gente.

El Mercado de Colón se ha convertido en un lugar de referencia en la ciudad de Valencia.  En la superficie (y la planta baja) del típico mercado de barrio puedes encontrar horchaterías, heladerías, cafeterías, cervecerías, tiendas gourmet y restaurantes, como Habitual.

Con un ambiente muy nórdico, envueltos de madera y muebles de diseño, así se presenta este restaurante de Ricard Camarena. No pretende ser un sitio elitista, sino más bien, un espacio en el que comer bien y a un precio bastante asequible. De hecho, hay menús para los días entre semana y otro para todos los días, sin excepción. Este segundo fue el que elegimos.

Por 30 euros (IVA incluido) te ofrecen tres entrantes para compartir, un segundo a elegir y dos postres también para compartir. La bebida, eso sí, no está incluida.

El canelón de ensaladilla de bogavante y calabacín con "pico de gallo" fue el primer plato que probamos.


La presentación ya dejaba entrever que se íbamos a encontrar desde los sabores más tradicionales hasta una cocina más vanguardista. En este caso, la típica ensaladilla combinaba a la perfección con la frescura del calabacín crudo y la textura del bogavante.


Seguimos con la berenjena asada y templada con salsa holandesa y piñones. La berenjena estaba deliciosa, tierna y con el sabor típico del producto asado. No había probado nunca la salsa holandesa y ahora ya puedo decir que no me gusta. No puedo con el sabor (y olor) a vinagre.


Se me olvidó pronto la experiencia "holandesa" cuando probé las alcachofas fritas con papada asada y espuma de ajos tiernos. Crujiente en su justa medida, sin excesos de aceite, pese a pasar por la freidora, y con el todo el sabor característico de la alcachofa. La espuma solo hacía que completar el plato. Aunque hubiera sido capaz de comer las alcachofas sin nada más que ellas mismas. Estaban muy buenas.


En cuanto a los plato principales, había tres opciones: pluma ibérica, kale, parmentiere de berenjena asada y menta; merluza de pincho en salazón asada a la llama con un refrito tradicional y caponata siciliana; y canelones gratinados de pollo a l'ast. Os puedo hablar de los dos últimos, porque el primero no lo pidió ninguno de los comensales. 

La merluza estaba en su punto. Jugosa y tierna. El acompañamiento no escondía el sabor del pescado.  El corte no era demasiado grande. Justo.


Si la merluza se quedaba justa, con los canelones podría comer yo tres días, seguro. El pollo asado estaba buenísimo. La bechamel no resultaba nada pesada. Aunque reconozco que acabarse el plato era tarea complicada. Y más, teniendo en cuenta que aún faltaban los postres...


De todos los emplatados, me quedo con el del brioche asado y empapado con biscuit glacé de leche merengada. Podría definirse como un postre perfecto. El brioche estaba tierno y mojado con una salsa caliente de canela y limón que quitaba el hipo. Combinado con lo que a simple vista parecía una tostada, pero que en realidad era helado de leche merengada, lo hacía un plato de 10. No dejamos ni rastro... Después nos acordamos de un postre de K-Anròs, aquí en Alcàsser, muy similar. Algo tendrá que ver la amistad de los propietarios de ambos establecimientos...


Cuando hablo de los postres de Habitual y mi "teletransportación" a Alcàsser es por algo. Y es que el segundo me llevó directa a mi lugar de nacimiento y residencia. Boniato asado, crema helada de anís y galleta de aguardiente. O, lo que es lo mismo, "pastisset de boniato" y una "cassalleta". ¿Puede haber algo más típico de mi pueblo que eso? Ya os lo digo yo, NO. Si Ricard Camarena o Paquito el de K-Anròs hacen este postre aquí en Alcàsser, triunfan. 


Aunque, de momento, habrá que ir al Mercado de Colón para probarlo. Porque vale mucho la pena. Y más, con el trato excepcional que recibimos por parte del servicio.

Así pues, Habitual cumplió mis expectativas. Incluso os diría que más que Canalla Bistro.