Hice la reserva a través de El Tenedor siete días antes, aun sabiendo que sería difícil tener una mesa disponible. Y más, para seis personas. Pero tuvimos suerte. Mucha, sinceramente. Porque cuando llegamos a Macel·lum cuál fue nuestra sorpresa al ver que la mesa para nosotros asignada estaba en un pequeño espacio reservado... solo para nosotros.
Nada más llegar, nos ofrecieron dos menús, uno especial por el día de San Valentín (55 € por persona) y el del fin de semana, Soldies (29,5 € por persona). Elegimos este segundo por mayoría absoluta.
Soldies consistía en cuatro aperitivos, tres entrantes, un principal a elegir entre cuatro arroces y un postre.
Comenzamos con los Snacks de bienvenida. Berberechos con gel de Codium, brandada con crema de berenjena y cebolla a baja temperatura, roca de remolacha con queso al romero y avellana y empanadilla de pisto valenciana.
Los berberechos sabían a mar. Algo evidente teniendo en cuenta el origen de estos moluscos y que el Codium es un alga.
El siguiente de los aperitivos tenía todo el sabor del hervido valenciano. Estaba muy bueno.
Me gustó más, aunque supo a poco, el siguiente. Y eso que había encurtidos, queso... Sabores muy intensos que en el paladar se combinaban a la perfección.
Con la empanadilla de pisto esperaba el Pepito pisto lo visto del Showcooking al que asistí en Come & Calla en enero. Sin embargo, me sorprendió la empanadilla de nabo, con un sabor fresco y diferente, rellena de ese tradicional pisto valenciano. Me encantó. Hubiera tomado diez más como este.
Acompañamos los aperitivos con sal de vino tinto y sal especiada, además de una especie de salsa de ensalada valenciana y pan de masa madre.
Seguimos con los entrantes. Dumpling de morcilla y kinchi de remolacha, Royal de boletus en texturas y crema de garbanzos con velo de careta.
Los dumpling estaban crujientes y sabrosísimos. También la ración, esta vez, para compartir, sabía a poco.
El Royal de boletus era como tomar una croqueta de boletus deconstruida. Tal cual. Para repetir.
La crema de garbanzos, para una fanática de esta legumbre, quitaba el hipo. Tanto que obvié las yemas de huevo y la careta de cerdo...
Como plato principal se podía escoger uno de estos cuatro arroces:
- Arroz de cangrejo y rape
- Arroz meloso de pescado del día con algas y gambas
- Arroz de pollo de corral con huitlacotxe
- Arroz meloso de pelota de cocido a la brasa, ropa vieja, canela y limón.
Teníamos que elegir el mismo arroz toda la mesa y aunque hubo un poco de indecisión, la pelota de cocido decantó la balanza a favor de este último plato.
Sabor, sabor y más sabor. La pelota rozaba la excelencia, el arroz estaba en su punto y el caldo sabía a la sopa cubierta que se toma por Navidad, a canela y a limón a partes iguales. Sencillamente, impresionante. Además pudimos repetir todos.
Y todavía quedaba el postre, tarta de manzana, uno de mis dulces favoritos. Cada parte de la tarta estaba transformada en caramelos, helado, chips, puré... Mezclado era una auténtica tarta de manzana. ¡De diez!
La comida fue de menos a más, por lo que salí muy contenta del local. Aun así, creo que me quedo con su versión más "informal", Come & Calla.